miércoles, 7 de octubre de 2015

JORNADA 2: MONTAMARTA - GRANJA DE MORERUELA (11/09/2015)

Me levanté a las 6:30, cuando aún no había amanecido. Estábamos a 9º pero no tenía mucha sensación de frío. Excepto los ciclistas, el resto de compañeros ya estaban vestidos, esperando que amaneciera para empezar a andar.

Yo tenía muy claro que no quería entrar en este juego de darme un madrugón para empezar a andar cuando aún es de noche, no había ninguna necesidad, así que me tomé las cosas con calma.

Me aseé, desayuné y preparé la mochila con toda la tranquilidad del mundo. Salí del albergue a las 7:55, recién amanecido el día. Fui el último en salir, ¡hasta los ciclistas se habían ido antes que yo!

A pesar de informarnos que los bares abrían a las 10, al cruzar el pueblo encontré dos bares abiertos. Otra vez tomo nota de esta lección que me da el Camino: no puede uno fiarse de lo que le cuentan, mejor preguntar directamente.

A la salida del pueblo, giramos a la derecha y tomamos un camino que nos lleva a cruzar el embalse de Ricobayo. Por fortuna (o por desgracia, no sé) el embalse suele estar seco en esta época del año, en caso contrario hubiera tenido que hacer este tramo por la carretera nacional. Una vez cruzado el embalse, subí hasta la ermita románica de la Virgen del Castillo, situada en todo lo alto de las aguas del pantano (cuando está lleno, claro) y, al pasar por la puerta del cementerio que está justo al lado, me encontré con una curiosa inscripción en la misma puerta: " Aquí termina el reino de la vanidad y empieza el reino de la eterna verdad". Da que pensar, desde luego.






Ayer me quedé sin un bastón y hoy estuve a punto de quedarme sin el otro. Cuando llevaba un rato andando me di cuenta de que me lo había dejado olvidado en la puerta del cementerio, así que no me quedó más remedio que dar marcha atrás y volver a buscarlo. Por suerte, en el reino de la eterna verdad no hacen falta bastones y lo encontré donde lo había dejado.

La jornada de ayer puede catalogarse como de llano-llano, la de hoy de llano gallego, es decir, continuas subidas y bajadas. Eso sí, llano gallego suave.

El Camino sigue por pistas agrarias de tierra como en la jornada de ayer, pero con un poco más de vegetación.



En mitad de una de las subidas, me encontré con dos flechas amarillas que marcaban direcciones opuestas; ante la duda, consulté el GPS y seguí la flecha que indicaba hacia la derecha (decisión acertada porque, unas jornadas más adelante, hablé con un peregrino italiano que había seguido la otra flecha y, después de un buen rato andando, se acabó el camino y tuvo que volver atrás).


El camino que indicaba la flecha bajaba hasta la carretera y yo, con la obsesión de evitar el asfalto cuando sea posible, en vez de seguir por la carretera, la crucé y tomé un camino que estaba justo entre la carretera nacional y la autopista, paralelo a ambas pero a distinto nivel. Todo iba bien hasta que se acabó el camino al coincidir con la carretera que enlaza la N-630 con la autopista. Me vi obligado a pasar, medio de cuclillas, por una tubería que ejerce de desagüe y, luego, un poco de campo a través hasta volver a la carretera. Tanto follón para, tras escasos cien metros por la carretera, dejarla para coger un camino que cruza la autopista para luego seguir paralelo a ella.




El camino pasa junto a las ruinas de Castrotorafe, que parece ser que fue una importante ciudad en el siglo XI.



Llegando a Fontanillas de Castro, cuando ya llevaba unos 13 km andando, apareció, en forma de cartel, la tentación ante mí: anunciaba un bar si me desviaba 400 metros del camino. Sabía que en Fontanillas no hay bar pero conseguí resistir la tentación y seguir por el camino (el peregrino, a veces, es tentado por el lado oscuro).





Después de seguir andando 4 km más, llegué a Riego del Camino. En la entrada del pueblo me encontré con Jotaeme, que tenía serios problemas lumbares y estaba descansando y recuperándose del dolor. Me dijo que no necesitaba nada y que, tras descansar, seguiría por carretera así que, después de darle ánimos y desearle una milagrosa mejoría, yo también seguí.



La N-630 cruza el pueblo y, en la misma carretera, paré en un bar para tomar una cerveza y un pincho de tortilla. Un auténtico bar de pueblo, de los que salen en la serie Cuéntame. De este bar me sorprendieron dos cosas: la primera es que, al pedir la cerveza, el camarero me preguntó si la quería grande o pequeña; por supuesto que la pedí grande, y me sirvieron una de ¡medio litro! y la segunda es que unos clientes del bar, al repasar lo que les había cobrado el camarero, comentaron "éste nos ha confundido con peregrinos" lo que deja muy claro cómo funcionan las cosas por estos lares.


Seguí por el camino, que desde el principio de la jornada va paralelo a la carretera nacional o a la autopista, hasta que empecé a ver Granja de Moreruela a lo lejos, aunque aún faltaban algunos kilómetros para llegar. No hay nada peor que ver a lo lejos el pueblo al que vas, no llegas nunca. El camino se hace eterno.  





Al fin, tras un día de bastante calor y poca sombra, llegué a mi destino. Lo primero, ir al bar que lleva la gestión del albergue a registrarme, pagar, tomar algo y, luego, al albergue a buscar cama.


Cuando llegué al albergue solo estaba Santiago, con el que vengo coincidiendo en los albergues desde Zamora, así que pude elegir cama a placer. 

Iba al bar a comer algo cuando, a lo lejos, vi llegar a Jotaeme. El hombre iba literalmente doblado, con mucho dolor en la zona lumbar. Me ofrecí a llevarle la mochila pero lo rechazó diciendo que le correspondía a él llevarla ¡Cuánta entereza y cuánta fuerza de voluntad! Un auténtico ejemplo para cualquier peregrino.

En el albergue, ducha y siesta, hoy no hubo colada. Luego, paseo por el pueblo y, a las 8, cena en el bar.



A la hora acordada fuimos a cenar Santiago, Jotaeme y yo. La cena fue brutal: enorme bol de ensalada, macarrones con tomate y tres filetes de pechuga de pollo. No tomé postre, no podía ¡Y todo por 9 euros!

A las 22:15, cuando ya estábamos durmiendo, llamaron a la puerta y apareció en el albergue un peregrino coreano que venía andando desde Zamora ¡de un tirón! Nos dijo que estaba dando la vuelta al mundo y llevaba una enorme mochila que pesaba 30 kilos. Nos comentó, en un inglés más o menos inteligible, que llevaba tanto peso porque tenía que llevar todo tipo de ropa para cubrir cualquier contingencia meteorológica (frío, calor, lluvia, nieve, etc.). En la mochila también llevaba, incluso, una tienda de campaña ¡Y yo preocupado por el peso de mi mochila que, con las botellas de agua llenas, no creo que llegue a los 10 kilos!


RESUMEN DE LA JORNADA

Distancia recorrida: 25,3 kilómetros

Altura máxima: 733 metros

Altura mínima: 679 metros

Ascenso acumulado: 232 metros

Descenso acumulado: 226 metros

Tiempo empleado (detenido y en movimiento): 6:13:53 horas

Velocidad media: 4,1 km/h

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