viernes, 30 de septiembre de 2011

UNDÉCIMA JORNADA (19-09-2011): CAMPOBECERROS – VILLAR DO BARRIO (40,77 Km.)

Por la mañana descubrimos que el albergue no estaba tan bien como pensábamos. Seguíamos sin luz ni agua así que Sera, que pensaba ducharse por la mañana porque por la noche se quedó sin agua, no se pudo duchar y, además, tampoco podíamos tirar de la cadena, así que ya os imagináis la fiesta. 


Hacía bastante frío. A las 8 estábamos a 3º y a las 9, a 4º. Con las manos congeladas, fuimos a desayunar al Bar da Rosario. Tostadas con café con leche, colacao, té, etc. Se me trabó un poco la lengua y, a la hora de pedir, pedí las tostadas con mantelada y mermequilla. Ni que decir tiene que, aún hoy, este inocente desliz es motivo de mofa por parte de mis descastados compañeros de viaje.


En el pueblo, antes de salir le hicimos una foto a la estatua de un Peliqueiro, figura típica de la zona.


Salimos de Campobecerros por una carreterilla bastante empinada para las hora de la mañana que estábamos. En una intersección encontramos una cruz en la que, no sé si los nativos o los peregrinos, depositaban piedras y también camisetas. Cruz de Ferro ha creado escuela.






Después de bastante subir, viene una muy buena bajada hasta Laza, larga, a tramos con mal camino, pero divertida.





En Laza nos avituallamos en un Bar que, ni corto ni perezoso, nos montó una mesa y cuatro sillas en mitad de la calle. Fue al supermercado a por pan y jamón y nos preparó cuatro monumentales bocatas. ¡Y nos regaló unos racimos de uvas!




Cuando estábamos a punto de salir, nos dimos cuenta de que Malen tenía una rueda pinchada, así que tuvimos que cambiarle la cámara en una plaza del pueblo.

Ya no nos quedaban más excusas para perder tiempo, así que tuvimos que ponernos en marcha para afrontar el ascenso a otro de los puertos más temidos del Camino: Alberguería.

Nos habían aconsejado subirlo por carretera, y como además estábamos muy cansados de la etapa de ayer, que resultó durísima, no tuvimos duda alguna en hacer caso de la recomendación.

Hasta Soutelo Verde, la subida es aceptable pero, a partir de ahí se convierte en brutal. Muy muy larga y muy muy dura. Ni punto de comparación con el Padornelo. Mucho peor.

A estas alturas, además, estaba haciendo mucho calor, con lo que estábamos echando el hígado por la boca. Encima, tuvimos que pararnos para realizar unos ajustes a la bici de Joan. Algunos aprovecharon la coyuntura para ponerse crema para combatir el fuerte sol.



Ni que decir tiene que una parte de la subida, la hicimos utilizando la ancestral técnica del empujing. Las piernas no se habían recuperado de las palizas de días anteriores y no respondían como nosotros quisiéramos, así que... blanco y en botella.





Como al final todo llega, nosotros también llegamos a Alberguería y fuimos directos a tomar un refresco al famoso bar “Rincón del Peregrino”


El bar es una pasada. Desde 2004, el interior está totalmente recubierto de vieiras con los nombres de los peregrinos que han pasado por allí. Al entrar, sientes una sensación agradable. El propietario nos dio una vieira, le pusimos nuestros nombres y, enseguida, la fijó en el techo. Ya somos uno más de la historia de este acogedor sitio.




El propietario, muy amable, nos enseñó el albergue que él mismo ha construido y que es una auténtica maravilla. Daban ganas de quedarse y creo que vale la pena hacerlo. Es muy bonito y rústico. Es auténtico.


Dejamos Alberguería y seguimos subiendo hasta una cruz que hay unos kilómetros más arriba y, a partir de ahí, una monumental bajada. Una auténtica gozada.


Queríamos seguir hasta Xunqueira de Ambía, pero el del Bar de Alberguería nos informó que había pasado bastante gente que iban a Xunqueira, así que decidimos quedarnos en Villar de Barrio, para estar más tranquilos y para descansar las piernas cuanto antes. Antes de llegar a Villar de Barrio pasamos por una población con un curioso nombre, tal como se ve en la foto.


Fue un gran acierto. El albergue es nuevo y está muy bien. Éramos nosotros cuatro y cuatro peregrinos de a pié, tres italianos y un español.

 
Dimos un rápido paseo por el pueblo ya que hay poquito que ver. Tal vez lo único, la iglesia, i tampoco es que sea para tirar cohetes.


Cenamos en el único restaurante que había. Spaguettis carbonara y chuletas de lomo. Pasable y barato.





jueves, 29 de septiembre de 2011

DÉCIMA JORNADA (18-09-2011): LUBIÁN – CAMPOBECERROS (68,71 Km.)

En la crónica de ayer no dejé muy bien parados a los ingleses, pero era lo que sentía aquella noche. Llegas cansado después de una dura jornada y tienes ganas de ducharte cuanto antes y de relajarte, y que no puedas hacerlo por la jeta o la desidia de terceras personas, cabrea. Por la mañana ya no me caían tan mal, sobre todo porque fueron silenciosos al levantarse y eso hay que valorarlo. Esto me hizo sentir un poco mal conmigo mismo. Seguramente si se hubieran levantado armando bulla y nos hubieran despertado a todos me sentiría mejor. El buen peregrino perdona y olvida, así que, por mi parte, por la mañana ya estaban perdonados y todo olvidado.

Por la mañana hacía frío otra vez, y estaba nublado y oscuro, se nota que ya casi estamos en Galicia. Desayunamos en el albergue y nos preparamos para salir, pero nos pusimos a hablar con Javier de lo divino y lo humano y se nos pasó el tiempo sin darnos cuenta. Antes de despedirnos de Javier, aprovechamos para hacernos unas fotos de despedida.



Salimos a las 10 de la mañana ¡qué vergüenza!. Hacía viento, pero no el vendaval que encontraríamos más adelante. El hospitalero nos había aconsejado subir A Canda por la antigua carretera y eso hicimos. Se empieza con un poco de bajada para luego empezar a subir y no terminar hasta el alto. Es una subida larga pero, a la vez bastante llevadera. Llegamos arriba bien y aprovechamos para hacernos las fotos de rigor, entre ellas una junto al panel que indica “portela da Canda 1260 metros” (esta vez sí que lo encontramos). ¡Ya estamos en Galicia!





Hasta Vilavella hay una muy buena bajada, para disfrutar y paramos a calentarnos en un Hotel Spa que está muy bien. Tomamos cafés con leche, éstos ya de un tamaño normal y aprovechamos para quitarnos un poco de ropa de abrigo. Nos cruzamos con los ingleses y nos deseamos buen camino y pelillos a la mar.

Decidimos seguir por el camino, qué error, qué inmenso error, como dijo no sé quién. Es un camino totalmente impracticable para las bicis. Estrecho y con grandes piedras colocadas para pasar, con acequia a ambos lados. Un auténtico desastre.





A duras penas llegamos a O Pereiro y, claro, cogimos carretera. Tan rápido nos metimos, que fuimos en la dirección equivocada. Después de 3 ó 4 kilómetros de subida, llegamos a A Mezquita y nos dijimos...”algo huele a podrido en Dinamarca”. Efectivamente, al comprobar mapas y hablar con un lugareño descubrimos que íbamos al revés y que había que despedalear lo pedaleado. Bueno, al menos era cuesta abajo.

Otra vez en O Pereiro, pero esta vez cogimos la dirección buena y fuimos directos a la nacional. Hasta A Gudiña todo es subida y más subida, alguna bastante dura.

En A Gudiña aprovechamos para comer en un Mesón y, aunque no comimos mal del todo, más bien al contrario, fueron lentos, muy lentos. No sé cómo nos apañamos que siempre nos dan las tantas para empezar el último tramo de la jornada.


En A Gudiña el Camino se bifurca hacia Verín y hacia Laza. Nosotros escogimos Laza. ¡Qué gran error!




A partir de A Gudiña todo es cuesta arriba y más cuesta arriba. Se va por una carreterilla secundaria que transcurre por la cresta de una cordillera, dejando un valle a la derecha y otro a la izquierda. Hubiéramos disfrutado mucho del paisaje (vale la pena, desde luego) si no fuera por el vendaval que estaba soplando del norte, o sea, que lo recibíamos de costado. A duras penas nos manteníamos sobre las bicicletas.



Llegamos al principio del embalse Das Portas que, hasta hace poco, era el mayor de Galicia y seguimos pedaleando, dejando a la derecha un hermoso valle y a la izquierda este enorme embalse, acompañados por nuestro amigo el viento. Después de varios kilómetros de subir, viene una muy buena bajada que nos llevó a la altura de la presa del embalse. Fotos, comentarios sobre las olas que había, debidas al fuerte viento, y a seguir.



Cuando ya habíamos dejado atrás el embalse y estábamos subiendo otra vez, paró un coche a nuestro lado y nos preguntó...”¿sois peregrinos?”...Por supuesto le contestamos orgullosos que sí y entonces nos dijo...”Siento tener que daros una mala noticia, pero vais en la dirección equivocada” ¡Noooooo, otra vez noooo! Nos informó que nos habíamos pasado el desvío que está justo donde empieza el embalse y que teníamos que subir todo lo que habíamos bajado, que era muchísimo. Estábamos llegando a Vilariño de Conso.

Nos vio tan abatidos que se ofreció para llevarnos al punto donde debíamos haber tomado el desvío. Nosotros nos hicimos un poco los remolones con aquello de...no queremos molestar, ya nos apañaremos...pero, como el hombre insistió un poquito, no tardamos en decirle que adelante. El hombre tuvo que hacer tres viajes. El primero con Malen, Joan y Sera, el segundo con dos bicis y el tercero conmigo y las otras dos bicis. Entre una cosa y otra, el hombre perdió casi dos horas de su tiempo. 

Hablando con él nos dijo que se llamaba Antonio y que era el párroco de varias aldeas de aquella zona y nos dijo, además, que no éramos los primeros peregrinos que había rescatado. Por supuesto, nos hicimos una foto con él.


Desde aquí quiero mostrarle nuestro más profundo agradecimiento. Con muchos curas así, seguramente la Iglesia estaría infinitamente mejor considerada.

Dicen que todo el que hace el Camino de Santiago, en un momento u otro de su peregrinación, encuentra su ángel. No tengo ninguna duda que nosotros ya lo hemos encontrado. Antonio, que lo sepas, eres nuestro Ángel del Camino. Te tendremos siempre en nuestro corazón.

Lo primero que hicimos fue fijarnos bien en el desvío que nos habíamos saltado, y le hicimos una foto para que, si es posible, nadie repita nuestro error.




Una vez montadas las bicis y las alforjas, continuamos por varias aldeas, todas ellas con el nombre de “Venda da...” con continuas subidas y bajadas.  Seguía haciendo mucho viento, pero el paisaje, con las vistas del embalse compensaban un poco. 






Después de la última Venda, hay una fuerte bajada final que nos lleva a Campobecerros. Allí decidimos hacer noche pues ya eran más de las 8 y estábamos muy cansados.

Fuimos al Bar da Rosario, donde nos habían dicho que se encargaban del albergue. Rosario es una señora encantadora que nos trató muy, muy bien. Le compramos pan y embutidos para la cena y nos regaló unos tomates de su huerta. Encantadora.

El albergue está en la estación de tren. Sólo tiene un problema, bueno, dos. El primer problema es que está a 3 kilómetros del pueblo y se llega por carretera, pero...¿lo adivinais?... ¡subiendo!. Es nuevo y está muy bien. Es amplio y cómodo, pero no estás terminado. No tiene electricidad (éste es el segundo problema) aunque funcviona sin problemas con un generador. Lo malo es que a las 22:00 el generador se apaga automáticamente y, a partir de este momento, ni luz ni agua.

Compartimos noche con un bicigrino que había empezado en Sevilla y que, desde luego, hacía bastantes más kilómetros por jornada que nosotros.

La noche era bastante fresca y el hospitalero, muy amable, encendió la calefacción hasta que se apagara el generador.

Nos duchamos, cenamos y nos acostamos, cansados de verdad, después de una jornada desastrosa y agotadora.